jueves, 31 de mayo de 2018

LA JUSTICIA GLBTI Y SUS MOTORES




La violencia en contra de las personas Lgbti ha sido permanente. Vale reflexionar en la influencia ejercida por las normas de la Corona sobre las leyes ecuatorianas en tiempos republicanos. El Primer Código Penal (1837) castigaba la sodomía (la palabra homosexualidad aún no existía). Pero, ¿cuál fue el origen de tal legislación? Durante el siglo XV, los reyes católicos estuvieron a su vez influenciados por un cuerpo de normas escrito durante el reinado de Alfonso X (Edad Media), en el cual se castigaba la sodomía. Este documento se basaba en los supuestos bíblicos que condenaron las ciudades de Sodoma y Gomorra. Los “homosexuales” del siglo XIII podían ser castrados públicamente para luego ser colgados de los pulgares hasta su fallecimiento. Y escribo supuestos porque hay textos contemporáneos que cuestionan las interpretaciones que se han realizado de la Biblia, al traducirla de su lengua original. Es decir, en síntesis, la penalización de la homosexualidad que duró siglos (en Ecuador la persecución oficial fue hasta noviembre de 1997) tuvo un origen moral. Y la misma connotación, sin duda, tiene la persecución que todavía existe en el país desde la perversidad homofóbica en contra de la población sexualmente diversa. Las personas transgénero, por su condición de mayor visibilidad, han sido las más afectadas. Es por ello que la asociación Sillueta X ha pedido oficialmente al Gobierno aclarar varios casos de homicidio.


Bullying, acoso, discriminación, maltrato y, como en tiempos de mayor oscurantismo, asesinato se registran aún en el Ecuador. Durante esta semana, la organización mantuvo una reunión con el Ministerio del Interior para acordar temas de seguridad. Algunas leyes están ahora a favor de la comunidad Lgbti, aunque todavía faltan muchas para hablar realmente de igualdad y seguridad.


Otros asesinatos cometidos contra ciudadanos homosexuales no se denuncian. A veces las mismas familias no quieren que se realicen mayores investigaciones. La vergüenza todavía está presente. La justicia ecuatoriana tiene que apretar sus aceleradores. Quizás aquel origen de la condenación del “pecado nefando”, que absurdamente heredó, impulse más aún sus motores.


 Pedro Artieda